Javier L. Noriega - Madrid - 30/05/2011
El gran incendio desatado la semana pasada en el norte de Ibiza (Baleares) ha sido el desgraciado pistoletazo de salida para la campaña de verano de todos los implicados en lucha contra los incendios forestales. Unos incendios que, en la última década, han arrasado cada año una media de 127.209 hectáreas de superficie forestal, según las estadísticas del Ministerio de Medio Ambiente.
El fuego tiene un altísimo coste medioambiental, se cobra vidas en más ocasiones de las deseadas y exige, además, un importante desembolso económico tanto a particulares como a las Administraciones públicas afectadas, en todos sus niveles (municipal, autonómico y central). En principio, se calcula que el coste medio que han tenido los incendios en España en el último decenio ronda los 355 millones de euros anuales.
A la hora de extinguir un incendio, uno de los elementos clave es la participación de medios aéreos. Helicópteros y, sobre todo, hidroaviones capaces de soltar 5.000 litros de agua o de agentes extintores de golpe, muchas veces en puntos geográficos de difícil acceso para las brigadas terrestres.
Las comunidades autónomas suelen contar con sus propias aeronaves, normalmente mediante la subcontratación de los servicios de empresas privadas como Avialsa, Espejo o Inaer. En el caso de que sea necesario, el Ministerio de Medio Ambiente también ofrece sus aeronaves, pertenecientes al Grupo 43 de las Fuerzas Aéreas. El año pasado, los medios aéreos del ministerio realizaron 2.767 misiones, 1.700 de ellas relacionadas con fuegos, con 3.864 horas de vuelo sobre incendios y 20.676 descargas de agua o similar.
"Como en la II Guerra Mundial"
Pese a su importancia en la lucha contra los incendios, el uso de los aviones tiene muchos riesgos y serias limitaciones: no se pueden usar por las noches y son tecnológicamente de otra época. "Volamos como en la Segunda Guerra Mundial", explica de forma gráfica uno de los pilotos del Grupo 43, con cerca de diez años de servicio.
La unidad trabaja, básicamente, con aviones Canadair CL-215, algunos de ellos con más de dos décadas de antigüedad. Un tipo de avión que cumple su trabajo pero que vuela lentamente, a baja altitud, donde las sueltas de agua se tienen que hacer a ojo y, además, de forma aislada. "En la práctica, todo depende de la experiencia y de la pericia que tengan los pilotos", añade el militar. Pilotos que tienen una media de permanencia en el servicio de seis o siete años, más que en el caso de las empresas civiles, donde el personal busca alternativas menos arriesgadas.
"Lo que no tiene sentido es que, en el siglo XXI, con la preocupación y los costes que provocan los incendios forestales, se utilicen tan pocos recursos tecnológicos para combatirlos más eficazmente". Así de claro se expresa Luis Bordallo, antiguo piloto militar, que ahora vuela para Air Nostrum.
Bordallo es el impulsor de Nitrofirex, un proyecto al que se ha sumado un grupo de pilotos e ingenieros que pretende dar un salto cualitativo en la lucha contra el fuego.
El proyecto contempla el uso combinado de dos tecnologías ya existentes y probadas: las bombas guiadas y los aviones no tripulados. La idea es el uso de unos "depósitos planeadores", cargados con 2.500 litros de agua o agente extintor, que se lanzarían desde grandes aviones de transporte (tipo A-400M o C-130 Hércules) como una bomba guiada hasta el punto preciso del incendio que se hubiera marcado. Allí haría la suelta de agua y pasaría a ser controlado desde tierra como un avión no tripulado para su recuperación.
¿Qué ventajas tendría este sistema? "Al no llevar piloto, el avión se puede llevar al límite, con lo que podría volar de noche y en las condiciones más extremas", señala Jaime S. Gallego, ingeniero y otro de los impulsores del proyecto.
Además, cada avión nodriza podría transportar entre ocho y doce depósitos voladores (dependiendo del tipo de aeronave de transporte), lo que permitiría varias descargas de agua consecutivas. El trabajo nocturno y las sueltas secuenciales aumentarían exponencialmente la eficacia a la hora de apagar los fuegos, destaca el piloto del Grupo 43. Sus cálculos estiman que se podría aumentar en un 49% la capacidad de agua por hora de operación respecto a los medios actuales.
Operar de noche y en una zona donde están prohibidos los vuelos (lo que ocurre cuando hay un incendio) resolvería, además, el problema de usar un avión no tripulado, aparatos que todavía no tienen regulación en materia de tráfico aéreo. "No volaría más de una hora hasta la base de operación, se programaría su paso por zonas no habitadas y, además, lo haría solo a 1.000 pies de altura", aclara Bordallo.
Según los promotores del proyecto, Nitrofirex también generaría importantes ahorros de operación: los aviones nodriza no serían de uso exclusivo para labores de extinción; se reducirían los costes de mantenimiento y abastecimiento; y también los de personal (pilotos y tripulación).
El grupo considera que, para atender sus necesidades de extinción, España necesitaría 100 unidades del avión no tripulado, con cuatro aviones nodriza operativos. El coste de mercado que creen que tendrá cada aparato rondará los 300.000 euros. Consideran que, en los países occidentales, el mercado potencial puede ser de 2.400 unidades. La idea ya la han patentado en los principales países europeos y en Rusia, EE UU, Canadá y Australia.
El grupo busca socios empresariales para sacar adelante el proyecto. Consideran que tener el primer avión volando les llevará tres años y exigirá 9,6 millones de euros. Los impulsores ya han mantenido contactos con empresas como Cassidian (filial de EADS), Boeing, Amper, Sener o Aernnova.
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